Sin darnos cuenta la vida se transforma en un torbellino de actividades y responsabilidades, que a menudo nos hace olvidar la importancia de detenernos y reflexionar sobre nuestra existencia. Pocos llegan a tener una revelación profunda que les permita concluir que el tiempo es efímero y precioso.

Esta toma de conciencia puede parecer perturbadora al principio, incluso «loca» en el contexto de una sociedad que prioriza la productividad y en gran parte la medida de éxito está dada por lo que posees. Sin embargo, es precisamente esta “locura” la que nos puede liberar de las ataduras de la rutina sin sentido y las expectativas ajenas.

Reconocer que el tiempo es invaluable nos invita a vivir con mayor intensidad y autenticidad. Nos empuja a valorar cada momento, incluso aquellos momentos simples que podrían catalogarse como triviales, pero que bajo esta nueva óptica adquieren otro significado.

En lugar de dejarnos llevar por la rutina y afanes de la vida, podemos tomar las riendas y decidir qué es verdaderamente importante para nosotros, cambiar nuestra perspectiva nos lleva a conscientemente elegir como invertir nuestro tiempo, y aunque pueda parecer que esto va en contravía de la productividad, esta nueva norma de priorización nos libera para perseguir nuestras pasiones, fortalecer nuestras relaciones y crear experiencias significativas.

Aceptar nuestra “locura” como una forma de sabiduría nos permite desafiar lo que no nos sirve y vivir de acuerdo con nuestros propios valores y deseos. Nos da el coraje de ser diferentes, de tomar riesgos y de vivir plenamente en el presente.

Finalmente, darse cuenta de que «el tiempo es muy poco», se transforma en una bendición, que si le damos el enfoque adecuado, nos va a motivar a aprovechar al máximo cada momento, a perseguir nuestros sueños con urgencia y a crear una vida que refleje verdaderamente quiénes somos.

Tenemos el poder de hacer que cada instante cuente, transformando así nuestra existencia.

Siempre una canción

Loco – Andrés Calamaro